La cara de ‘sierra’ era un poema. Mientras trataba de seguir respirando con dificultad veía los ojos de Gerald que estaban fijos en los de ella y que parecían dar a entender el placer que su dueño estaba sintiendo en aquellos momentos. Unos ojos fríos, inmisericordes, como si estuvieran mirando a un insecto.
Notó como la presa de Gerald comenzaba a aflojarse y la soltaba. Cayó de rodillas y comenzó a respirar de forma rápida mientras trataba de ordenar sus ideas. Notó como Gerald se agachaba a su lado.
-Podría haberla matado antes de que sus matones llegaran –le advirtió- Pero necesito que lleve el mensaje a sus superiores, o compañeros, o lo que considere que son. Mis sobrinos son terreno prohibido. Si quieren matar a sus padres como… diversión o advertencia, pueden hacerlo. No me caen demasiado bien, la verdad, pero mis sobrinos… Son inocentes. Y no me juzgan. Así que aléjense de ellos.
Los guardaespaldas de sierra llegaron en ese momento y ésta les indicó levantando el brazo que esperaran.
-Mejor así –dijo Gerald sonriendo- No es la única que tiene amigos aquí dentro. Y los míos están armados. Bien armados.
Señaló a la pasarela en la que Carlos, el jefe de seguridad del hotel, que iba acompañado de Jordi y otros miembros de seguridad avanzaba hacia ellos.
Ambos esperaron a que llegaran los miembros de seguridad del hotel.