Gerald se incorporó rápidamente de su hamaca.
-¿Qué quiere decir? –Dijo apresuradamente.
La mujer sonrió.
-Eso está mejor –dijo ‘sierra’ mientras se volvía a sentar- Resulta que un asociado mío se ha extralimitado en sus funciones. Creo que le conoce, el doctor Rodríguez. Me gustaría que usted se encargara de… cómo ponerlo en palabras que usted pueda entender… borrarlo de la faz de la tierra como si fuera uno de esos virus informáticos.
-¿Y qué tiene eso que ver conmigo o con Mara? –Preguntó Gerald a pesar de sospechar la respuesta.
-Usted tiene una historia personal con mi… asociado, así que en el fondo le estoy haciendo un favor –dijo sonriendo ‘sierra’- Y sobre su amiga, lamento tener que comunicarle que está en manos de nuestro amigo común.
El gesto de Gerald se oscureció. La falta de noticias de Mara sólo podía indicar dos cosas, o estaba muerta o, aún peor, prisionera en manos de ese carnicero. No quería ni imaginarse por lo que debía de estar pasando.
-¿Y por qué no le matan ustedes mismos? –Preguntó Gerald sin ocultar su enfado- Es su perro rabioso, sacrifíquenlo ustedes. ¿O no quieren mancharse las manos? Si las tienen chorreando de sangre, por favor.
‘sierra’ pareció pensarse la respuesta durante un tiempo.
Deja un comentario
No hay comentarios aún.
Deja una respuesta