Jornada 8. Gerald contra el mundo (20)


-Teníamos entendido que debíamos esperar dos vehículos –dijo uno de los hombres acercándose al grupo.

-Tuvo un accidente –dijo secamente Sarah- Todos muertos.

Luego lanzó una mirada a Gerald que parecía preguntarle si estaba contento. El informático no lo estaba. Para nada.

-Necesitaré que nos den sus armas –continuó el que parecía estar al mando.

-Claro, como que los zombis saben disparar –dijo Gerald en lo que trató de ser un comentario sarcástico.

-No, pero los humanos nerviosos y a punto de morir hacen muchas tonterías –le respondieron.

Gerald desmontó su escopeta y la guardó en la mochila, luego sacó los estuches de las pistolas de sus sobrinos y le sindicó que las dejaran ahí. Vio orgulloso cómo antes sus sobrinos ponían el seguro, quitaban el cargador y comprobaban que no habían dejado ningún proyectil en la recamara del arma. Que alguien se tuviera que sentir orgulloso de eso… ¿En qué mundo vivían?

Cuando iba a entregar la mochila se acordó de algo y sacó su portátil y el cargador de la mochila.

-No creo que pueda matar a nadie con esto –dijo Gerald señalando el portátil- Claro que…

Pensó en la cantidad de información que había obtenido con ése y otros ordenadores y la de gente que había muerto debido a esa información. En su mayoría mercenarios tratando de matar a Mara.

-Quiero decir físicamente –se corrigió Gerald.

Luego pensó en cómo una vez había comprobado que el teclado no era lo suficiente duro cómo para acabar con un zombi cuando éste se había colado en su estudio. En cambio el portátil… Quedó destrozado pero la cabeza del zombi también.

-O sea… que no dispara balas, ¿vale? –Continuó Gerald explicándose ante la mirada confusa de todos- ¿Me lo puedo quedar?

-El jefe nos ha dado instrucciones de que puede quedarse con lo que no ponga en peligro al resto del personal. Puede quedarse con su ordenador.