El otro vehículo era un coche familiar de esos tan largos y tan difíciles de aparcar, un monovolumen. ¿Qué había pasado? ¿Realmente había sido por saltarse el semáforo? No, eso no explicaría la velocidad a la que iba el otro coche.
Sarah puso en marcha el suburban con intención de acercarse al accidente y entró en el cruce con precaución por si aparecía otro coche a toda velocidad. Gerald miró en la dirección de donde había venido el vehículo que había chocado.
-No te acerques más –le advirtió Gerald a Sarah que frenó inmediatamente.
-Pueden haber sobrevivido –dijo Sarah señalando los vehículos- Pueden estar heridos y necesitar nuestra ayuda.
Gerald observó que comenzaban a aparecer llamas alrededor de los vehículos accidentados. Al volcar el suburban, y debido al choque seguramente, el depósito de combustible del monovolumen se habría rajado y con ambos vehículos metálicos arrastrándose por la calzada las chispas producidas habrían encendido el líquido inflamable. Pero ése no era el mayor problema.
-Mira hacia la zona de dónde venía el coche –dijo Gerald señalando hacia la derecha- Está llena de zombis. Y me da a mí que si había alguien en el vehículo no estaba ya vivo cuando chocó. Seguramente habría intentado salir del parking subterráneo con vida… y no lo consiguió. Puede que ya fuera un zombi o no cuando el coche estaba en marcha. Pero si chocó a esa velocidad te aseguro que nada vivo iba al volante.
-Pero los demás… -dijo Sarah señalando de nuevo el suburban volcado.
-Reza para que ya estén muertos –respondió Gerald endureciendo el rostro- Si nos quedamos aquí nos rodearán los zombis antes de que lo que nos imaginamos. Además, los vehículos están ardiendo. No podemos acercarnos. Esperaremos lo que podamos. Y si alguno sale por su propio píe… y vivo trataremos de ayudarles.
-Cabezota cobarde –dijo entre dientes Sarah mientras aferraba el volante con ambas manos con tanta fuerza que enrojecían.