Jornada 8. Gerald contra el mundo (15)


-Está bien –dijo Sarah resoplando de nuevo- Pero que conste que sólo lo hago por tus sobrinos que no se merecen escucharme usando un vocabulario que avergonzaría al mismísimo Diablo. Fue una idea de mamá y de Mara.

-Otra vez esas dos –dijo Gerald negando con la cabeza- ¿Qué idea?

-¿Recuerdas esa mochila tan chula que tanto te gusta y que te regalaron? –Preguntó Sarah mientras Gerald miraba la mochila que tenía descansando en su regazo- Pues pensaron que sería una buena idea poner un localizador por si alguna vez ocurría alguna cosa… como la de ahora. Ya te recordaré que les debes la vida en otro momento.

-Increíble, yo creyendo que era un regalo de buena voluntad y sólo lo hicieron para poder controlar mis movimientos –luego se quedó un rato en silencio, momento que aprovechó Sarah para quitarle las llaves de su mano.

-Al hotel –dijo mientras ponía la llave en el contacto- Que es tarde y los niños buenos tienen que acostarse.

-Un momento –dijo Gerald de repente.

El vehículo que había comenzado a moverse se paró en seco.

-¿Y ahora qué? –Preguntó molesta Sarah- ¿Has olvidado un trozo de pizza en la calle?

-No, no me refería a que frenases –le aclaró- Simplemente ha sido una frase desafortunada.

El vehículo se volvió a poner en marcha.

-Lo que quería decir era… ¿han estado siguiendo mis movimientos desde que me regalaron la mochila? –Preguntó Gerald algo trastabillado- Quiero decir… ¿Todos mis movimientos?

La cara de Gerald pareció quedarse algo pálida.

-No, no te han seguido, ni te han colocado un micrófono, viejo verde –dijo Sarah mientras conducía- Tus sucios secretos están a salvo. Sólo debía usarse en caso de emergencia. Como en estos momentos.

Gerald suspiró aliviado.