Durante la siguiente media hora Vázquez lo único que pudo hacer fue mirar cómo Mesquida y sus hombres pasaban una pasarela formada por raíles que se usaban habitualmente para que pasaran los coches por terrenos inhóspitos hasta la supuesta puerta y luego comenzaban a usar un berbiquí para medir la profundidad del muro y el material del que estaba hecho, o más concretamente su dureza. El resto del muro estaba hecho de piedra pero era lógico suponer que cuando se tapió la puerta no se usó el mismo material por lo que debían ir con cuidado para medir la cantidad de explosivo que pudieran necesitar.
Vázquez lo único que podía hacer era moverse de un lado para otro impaciente e informar por la radio al comisario del interior para que desalojaran la planta y se prepararan para salir lo más rápido y ordenadamente posible.
Finalmente Mesquida pareció estar convencido y comenzó a poner dos filas paralelas de lo que parecía plastilina alrededor de una zona. Cuando hubo acabado, ordenó retirar la pasarela y que todo el mundo buscara refugio. Vázquez informó al interior de la Torre para que se prepararan.
Mesquida dio el último aviso y accionó un control remoto. Apenas se produjo ruido cuando el explosivo abrió una nueva puerta en la Torre y volaron unos cuantos escombros. Vázquez esperó a que la nube de humo que se había generado desapareciera y ordenó poner de nuevo la improvisada pasarela mientras varios soldados vigilaban el foso para que ningún zombi diera una sorpresa.
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