Jornada 7. De policías y militares (38)


-Será gilipollas –dijo el sargento mientras escupía al suelo- ¿Es que no sabe que no hay que llamar la atención? Está poniendo en peligro a todo el mundo ahí arriba.

Los soldados asintieron y parecieron darle la razón.

-Pues tenga cuidado mi sargento –dijo el soldado- Ya le digo que los últimos informes indican que se están reuniendo una cantidad de zombis cercana al millar y que están subiendo por toda la zona de la montaña. Todavía están dispersos pero…

-¿El camino de carga está despejado? –Preguntó el sargento.

-La última patrulla que se acercó informó que el camino estaba libre y podía ser utilizado –respondió el soldado- Pero tenga cuidado, que esos cabrones de resucitados se mueven muy silenciosamente cuando quieren y pueden aparecer cuando menos se lo espera uno.

-Qué me vas a contar a mí –respondió el sargento al aviso- Tener que jugarme la vida para imbéciles que no saben estar en silencio sin disparar y quieren seguramente presumir solo delante de las cámaras… sabiendo que esas imágenes no se verán nunca.

-¿Sabe cuándo nos dejarán ir de caza mi sargento? –Intervino otro soldado- Estamos cansados de verles pasar e ignorarles. Desde aquí escuchamos los gritos… No nos apuntamos al ejército para ver cómo morían los civiles.

El sargento se quedó unos segundos en silencio observando a los soldados que había ahí reunidos de vigilancia.

-No lo sé chicos –respondió finalmente- Yo tampoco entiendo a qué están esperando los mandos. Y ciertamente sería el primero en presentarme voluntario para limpiar la ciudad. Pero los mandos deben saber algo que nosotros nos sabemos… o eso espero.

El sargento dio por terminada la conversación y se volvió a subir al humvee ante la mirada de Castillo que parecía querer fulminarle. El militar les saludó por última vez y puso en marcha de nuevo el vehículo alejándose del control que había instalado y saliendo por la parte de la rotonda que más le alejaba de los soldados.

Cuando se habían alejado lo suficiente Castillo recuperó la verticalidad y miró directamente al sargento.

-¿Se puede saber a qué venía todo eso? –Preguntó furioso.

-Trataba de pasar desapercibido –respondió el sargento mientras estudiaba la carretera que tenía delante como si estuviera recordando qué camino debía seguir- Si hubiéramos pasado de largo nos hubieran seguido. Ambos lo sabemos. Parándome y diciéndoles la verdad les he tranquilizado y he obtenido información indispensable para nuestra misión.

-Tío, no vuelvas a hacerlo, ¿de acuerdo? O al menos la próxima vez avísame.

El sargento cogió la primera salida de una segunda rotonda y siguió adelante sonriendo y pareciendo no escuchar las palabras de su acompañante.