Jornada 7. De policías y militares (37)


Alex le lanzó una mirada escéptica.

-Vamos a pasar a cinco metros de la base –exclamó el policía- ¿Cómo puedes decir que no pasaremos cerca? La jodida rotonda en la que acaba esta salida está pared con pared con los militares. Y seguro que la tienen vigilada. Coño, para eso podrías haber ido por el sentido contrario y subir por la entrada a la autopista. Eso nos daría más seguridad.

-¿Y cómo sugerías que pasara al otro sentido? –Preguntó con cierta sorna el sargento- Tenemos vallas de metal y una mediana llena de árboles y vegetación. Era imposible.

-Pues seguimos adelante, salimos de la autopista y volvemos a entrar por el otro sentido –señaló el policía.

-¿Sabes que hay más adelante? –Siguió preguntando el militar-. Un túnel. Y largo. De hecho son dos túneles. Uno por sentido. ¿De verdad quieres arriesgarte?

-Pues damos media vuelta y buscamos la salida anterior –sugirió Castillo- Y vamos por el otro tramo. Pero lo que quieres hacer es una locura. Quieres pasar por delante de las narices de los militares y seguro que quieres pararte a saludarles.

-Bueno, ahora que lo mencionas… tengo buenos amigos ahí –respondió sonriendo el sargento.

-No me lo puedo creer –dijo el policía- Si me lo hubieras dicho antes no hubiera aceptado este plan. Es una locura.

-Saldrá bien –le aseguró el militar- ¿Cómo van a disparar a un vehículo militar? Y mientras se están preguntando quiénes somos. Nosotros nos habremos largado.

-Y por supuesto no vendrán detrás nuestra para averiguar quién les ha robado material del ejército y se ha burlado de ellos paseándolo por delante de sus narices –respondió el policía- Porque todo el mundo sabe que el sentido del humor de los militares es mundialmente conocido y que aceptan las bromas alegremente.

-Qué exagerado. Mira, qué más da, estamos aquí. Ya no hay vuelta atrás –dijo el sargento que no veía el problema por ninguna parte- Lo que tenga que ser, será. Creo que estás siendo demasiado cauteloso. Los militares no vendrán a por nosotros. Y aunque vengan. No nos encontrarán. No estaremos dónde ellos esperan. Y no creo que sean tan estúpidos como para acercarse al hospital .Así que pensarán que si hemos sido tan gilipollas allá nosotros.

Castillo se quedó en silencio pensativo. Todo aquello pintaba mal. Finalmente suspiró.

-Joder, vamos a morir seguro. Tendría que haberme quedado en casa. Al menos coge la rotonda por la izquierda y no les toques los cojones a los centinelas pasando por delante de sus narices.

-Así me gusta. Con decisión. Tranquilo, que no pasará nada.

-Famosas últimas palabras –dijo suspirando de nuevo el policía- Recordaré decir que lo pongan en tu tumba.