Castillo suspiró mientras cogía el teléfono y marcaba el número que le había dado la esposa del comisario. En unos segundos comenzó a dar señal.
-Castillo de Bellver, soldado Ramón –respondió una voz al otro lado.
-Buenos días, desearía hablar con el comisario Montejano por favor –respondió Castillo tratando de hablar lo más tranquilo y pausado posible.
-¿De parte de quién? –Preguntó el soldado.
Después de unos segundos pensándolo respondió.
-Soy el comisario… Castilla de S’Arenal.
-Un momento por favor –respondió el soldado.
El policía pudo escuchar de fondo cómo el soldado hablaba con alguien y éste parecía hablar con una radio por el ruido que escuchó a continuación.
Al cabo de unos minutos escuchó más ruido de fondo y alguien qué cogía el teléfono.
-Soy el comisario Montejano –dijo una voz que Alex reconoció como la de su superior.
-Comisario, no sabes lo que me alegró de poder hablar contigo, soy Castilla. Cuando me enteré que estabas vivo me alegré mucho y ahora te llamo porque tenemos la situación en la playa controlada y por si necesitabas ayuda.
Hubo unos segundos de silencio y Alex se comenzó a inquietar. ¿Le delataría el comisario o habría captado éste la situación?
-Toda ayuda sería bien recibida –se escuchó finalmente- Pero no creo que fuese adecuado. El ejército tiene un retén aquí y es quién realmente controla la situación.
-Aquí no hemos recibido ayuda del ejército. Vaya pandilla de cabrones. Espero que no me estén escuchando.
-Nunca se sabe Castilla –respondió Montejano- Estos días están pasando cosas muy raras. Todavía no sé lo que nos depara el futuro.
Castillo suspiró.
-Bueno, estaré esperando su llamada por si me necesita. ¿Funcionan sus radios?
-Usamos radios militares –dijo Montejano después de unos segundos de silencio- Han sido tan amables de compartir su equipo con nosotros. El nuestro sigue sin funcionar. Y no ha habido manera de arreglarlo. Ni siquiera los militares son capaces de descubrir por qué no funcionan las comunicaciones.
-Pues estamos arreglados –respondió Alex y se quedó unos segundos en silencio- Todavía recuerdo aquella vez cuando trataron de atracar la sede de la Banca March. Cuatro policías contra nueve delincuentes. Dos horas estuvimos reteniéndoles hasta que todo se resolvió.
-Sí, sí, entiendo –dijo Montejano después de unos segundos- Bueno, estaré atento y si sé algo nuevo me pondré en contacto contigo comisario. Mientras tanto más te valdría no salir de S’Arenal que Ciutat no es segura estos días.
-Entendido comisario. Espero que nos veamos en mejores condiciones la próxima vez.
-Un saludo comisario. Nos vemos pronto, seguro –respondió Castillo mientras colgaba.
-¿A qué venía todo eso del atraco? –Preguntó el sargento cuando el policía colgó el teléfono.
-Pues si lo ha entendido, una frecuencia de radio militar libre para hablar con él si llegamos al castillo.
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