El tráfico por las calles de Palma era nulo y además no había coches cruzados ni parados en medio de las carreteras como había pasado anteriormente. Por lo visto la nueva invasión zombi había pillado a la gente en sus casas o en las calles pero no en sus coches. O al menos por las calles por las que circulaban.
Dejaron atrás la carretera de Valldemossa y pasaron por la plaza Abu Yahya momento que aprovechó Vázquez para hacer uno de sus comentarios.
-No, en serio, a ver Castillo, explícamelo –dijo señalando la plaza- ¿Qué clase de nombre para una plaza es ese?
-El tal Abu Yahya fue el último gobernador de la isla antes de que nos conquistaran los cristianos –le explicó Castillo con paciencia.
-Será que os re-conquistaran –le corrigió Vázquez.
-Me temo que no –contestó Castillo- Por si te interesa esta isla ha pasado por manos de… a ver.. los romanos que la fundaron, luego los alemanes bajo el nombre de vándalos, los bizantinos… los árabes, luego los castellanos… ah sí, y en la guerra civil española, perdón, la guerra de sucesión fuimos el último reducto de las fuerzas aragonesas… Ah, sí, también estuvimos en manos francesas… y en la guerra civil estuvimos en el bando de los nacionales. Y por no hablar de los turistas alemanes e ingleses que tuvimos antes de la mierda zombi…
Vázquez silbó.
-Joder con los mallorquines –dijo entre admirado y divertido- habéis pasado por más manos que un billete de 100 pesetas.
-Ya te digo –le respondió Castillo mirando a través de la ventana como entraban en la plaza Cardenal Reig con aquel pequeño obelisco en su centro-. Mira, estás en una ciudad que oficialmente se llama Palma a secas pero todo el mundo le añade el ‘de Mallorca’. Y a esta plaza se le conoce como la del supositorio.
Vázquez miró el monumento que estaba en el centro de la plaza alrededor del cual estaban girando. Era una especie de representación en pequeño del monumento a Washington norteamericano. Un prisma de cuatro lados acabado en punta y con una cabeza de león en cada lado del que salía, todavía, agua.
-¿Supositorio? ¿Eso de ahí? –Preguntó incrédulo Vázquez- Si no es un tubo, y está acabado… en punta. ¿A quién demonios se le ocurrió ese nombre? ¿Quién querría meterse algo así por el culo? Tío, en serio, los isleños estáis locos de remate.
-Si yo te contara… dijo sonriendo Castillo mientras el vehículo enfilaba por la larga calle de Francisco Sancho- Vale, ahora al final hay que girar a la derecha y no pasar por el puente. Ah, el puente… si yo te contara la historia tampoco te lo creerías. Ve despacio que no queremos llamar la atención de los zombis en la zona.
Justo cuando iban a girar Escobar paró en seco el vehículo.
-Mierda –dijo señalando a su derecha.
Todos miraron para ver como un grupo de zombis les impedía seguir calle abajo.