Mientras Castillo limpiaba como podía el suelo y las paredes de la cocina Vázquez había convencido a Escobar de que lo mejor era que mientras él vigilaba, y se fumaba un cigarrillo, el otro soldado transportase los cadáveres al otro lado de la calle para que no apestaran ni llamaran la atención.
Cuando el sargento salió del baño, Castillo todavía estaba restregando una esponja por las paredes quitando restos humanos.
-Joder, en mi propia casa -dijo quejándose Castillo mientras frotaba con fuerza- también es casualidad, y anda que no ensucian los puñeteros cuando se mueren. Ya se podrían transformar en polvo como los vampiros.
– ¿Vampiros? -Preguntó el sargento alzando una ceja- Estás bromeando, ¿verdad? Ya sólo faltaría tener que pelear contra esos chupasangres.
-Tranquilo, hombre, pero digo yo que si existen unos… -dijo el policía.
-No me jodas Castillo, no me jodas. -dijo quejándose el sargento- Que suficiente tenemos con los putos muertos vivientes.
-Al menos puedes razonar con los vampiros –Respondió el policía mientras quitaba con cierto asco un trozo de cerebro de la pared- Y no se cuelan en tu casa sin tu permiso. Y lo más importante, no apestan ni huelen a muerto. Son gente aseada… aunque no se puedan ver en el espejo.
El sargento se quedó mirando al policía sin saber qué responderle. Finalmente encontró la frase adecuada.
-Demasiadas redadas de droga Castillo –Le dijo mientras abría una bolsa de basura para ayudar al policía con los restos-Te han afectado al cerebro. ¿Qué será lo próximo? ¿Hombrecillos verdes con ojos saltones viniendo desde Marte para invadirnos?
-Soy escritor, no es culpa mía -dijo el policía a modo de excusa- Además, o bromeo o vomito, limpiar restos humanos no entra en mi contrato… y no creo que la chacha venga mañana o que le gustase limpiar todo esto… sin denunciarme o algo.
-¿Chacha? –Preguntó el sargento sorprendido- ¿Tienes a alguien que te viene a limpiar la casa?
-Coño sargento, que son tres plantas –dijo Castillo- Y yo no tengo todo un cuartel lleno de reclutas para que hagan las tareas del hogar.
-A lo mejor tendrías que haberte comprado un piso más pequeño –le señaló el sargento mientras recogía unos restos que todavía quedaban en el suelo- De esos de soltero. Que los precios no son precisamente malos y no es que tengas problemas de dinero por lo que has dicho…
-Mi sargento ya hemos dispuesto de los cadáveres –interrumpió la conversación Vázquez entrando triunfalmente en la cocina.
-¿Hemos? –Preguntó Escobar entrando en la habitación detrás de su compañero- Si tú sólo has mirado.
-Alguien tenía que vigilarte las espaldas –respondió Vázquez sonriendo- Bueno, ¿cuándo se come en esta casa?