Jornada 7. De policías y militares (14)


Castillo se dirigió hacia la cocina acompañado de Vázquez que seguía disfrutando de su cigarrillo. La cocina era una zona amplía que daba a un patio grande por lo que pudo ver el militar, en el centro de la misma había una encimera con cuatro fuegos y una plancha que estaba rodeada de un mueble que formaba un cuadrado con la encimera en la que trabajar y cocinar y que estaba llena de cajones y armarios en los que seguramente estarían las sartenes, los cazos y demás utensilios.

La pared que separaba la cocina del patio interior estaba acristalada y formada por puertas de apertura lateral. Una ligera brisa hizo que el humo del cigarrillo bailara traviesamente. El policía miró con curiosidad la puerta abierta tratando de recordar si la había dejado así antes de irse. No era probable, en esa época del año solía llover cuando le salía en gana y el viento provocaba que el agua pudiera colarse en la cocina y dejar el suelo de la habitación bastante mojado y sucio.

Sin previo aviso de detrás del conjunto central de la cocina saltó una mujer dando un grito y lanzándose hacía Castillo que pudo levantar un brazo defensivamente para impedir que su atacante se le arcara más. Apenas la estaba deteniendo con el codo clavado en el cuello de esa mujer que claramente estaba transformada en zombi y deseaba compartir ese destino con él. Movió la mano libre hacia su pistola para recordar tarde que se había quedado en el cuartel militar y no la había repuesto, debía coger su arma de repuesto que todavía seguía asegurada en su tobillo.

Mientras tanto Vázquez dio el grito de alarma y alzó su rifle de asalto pero sin poder tener un blanco claro. El policía danzaba y giraba con la zombi impidiendo que el soldado pudiera disparar. Pero su problema se acució cuando de detrás del mueble también salió lo que parecía ser una adolescente que sólo llevaba una camiseta larga encima. En otras condiciones la visión habría alegrado a Vázquez pero desafortunadamente la joven tenía medio comido el rostro y no tenía ninguna belleza con la que hechizar al soldado.

Su atacante estaba demasiado cerca para poder girar su arma que estaba apuntando hacia Castillo y su atacante. Los malditos rifles no servían en aquellos espacios cerrados para disparar. Giró rápidamente el arma golpeando con la culata en la cabeza de la chica escuchando un horrible ruido a huesos rotos. El golpe hizo que la chica retrocediera unos pasos aturdida por el fuerte golpe en su cabeza. Vázquez aprovechó para plegar la culata y disparar con comodidad en la cabeza al zombi para escuchar el ruido de atasco de su arma. El soldado no se lo podía creer. Tal vez tendría que haber prestado más atención al mantenimiento del arma como le insistía el sargento.

La chica se abalanzó de nuevo hacia él.