Castillo se giró y abrió una de las cajas que Vázquez había señalado. En su interior había varios G-36, cargadores de munición y silenciadores. Cogió dos fusiles, uno para él y otro para el sargento y luego fue cogiendo y pasando silenciadores para los fusiles de Vázquez y Escobar que tenían en la parte delantera del vehículo. Después cogió varios cargadores. Todos añadieron el complemento del silenciador y comprobaron cargador y recamara antes de salir del vehículo.
Los zombis parecieron notar al grupo que descendía del vehículo y comenzaron a girarse hacia ellos. Vázquez fue el primero en abrir fuego y volarle la cabeza a uno de los zombis que todavía se estaba girando y que cayó al suelo rápidamente. Para sorpresa de los soldados algún zombi comenzó a correr ágilmente y de no ser por la intervención de Castillo podrían haberse quedado ahí o haber sufrido alguna mordedura.
-Aquí, los nuevos zombis –dijo Castillo rematando a uno de los zombis de nueva generación-. Más rápidos, más ágiles y más cabrones que los originales.
-¿Y de dónde coño han salido? –Preguntó el sargento dando un culatazo a uno de los nuevos zombis que habían llegado a su altura en cuestión de segundos y derribándolo para en seguida dispararle en la cabeza.
Los disparos que iban realizando eran apagados por los silenciadores de manera que apenas hacían el ruido de un pequeño petardo. Vázquez se giró un momento para comprobar que los zombis no se sintieran atraídos. Pero al parecer no había habido suerte, en parte, si bien no aparecían nuevos zombis por la zona del parque, el grupo que había estado a la izquierda se habían sentido atraídos por el ruido de lucha. Afortunadamente se trataban de zombis lentos en su mayoría por lo que Vázquez con la ayuda de Escobar pudo disponer de la mayoría mientras Castillo y el sargento se las veían con el grupo de zombis de segunda generación.
-Hombre, ya era hora que el ejército comenzara a limpiar las calles –dijo una voz desde una ventana de uno de los edificios que tenían al lado. Varias cabezas se asomaron por otras ventanas mientras miraban el combate sin intervenir y comentando entre ellos las mejores jugadas. Un par incluso estaban tomando fotos o grabándolo con su cámara de video o el móvil.
Castillo no se lo podía creer. La gente no les ayudaba, pero al menos tampoco les estaba disparando. Lo que le preocupaba ahora era que los gritos de ánimos no llamara la atención de más zombis ahora que casi habían acabado con los que había en los alrededores.