Doc se recostó en su sillón mientras miraba por fin las cifras de la primera fase. Menos de la mitad de la población de la ciudad había sido convertida. Ahora quedaba esperar a ver cómo se expandía la plaga zombi por la isla. Pero… los números eran bajos. Sonrió. Había previsto que los zombis convirtieran entre la mitad y tres cuartas partes de la población; eso hacía que tuviera menos sujetos para su fase dos… pero afortunadamente los muertos vivientes habían sido poco profesionales y los ciudadanos se habían sabido defender.
La fase dos “oficialmente” consistía en ver cómo sobrevivía y se comportaban los supervivientes. ¿Cómo reaccionarían a la nueva plaga? ¿Tratarían de conquistar de nuevo la ciudad? ¿Dispararían a los soldados por no ayudarles? ¿Sobrevivirían? A veces le costaba entender cómo habían podido aceptar ese nuevo proyecto. Desde luego los zombis habían sido un favor divino para sus estudios, aumentando la ya de por sí alta paranoia de los grupos militares que ahora prácticamente gobernaban el mundo, ayudados por las distintas iglesias, las milenarias y las de nuevo cuño, que no eran pocas.
Claro que su fase dos era diferente y no se había molestado en informar de ello. Hacía años que iba detrás de una oportunidad como aquella. La primera ocasión que había tenido había sido desarticulada por Mara y el ejército. Y desde entonces no había podido conseguir volver a llevar a cabo el experimento de campo. Pero eso se había acabado.
Escuchó cómo Mara gemía, debía de estar saliendo de su sueño forzado una vez más. Había perdido la cuenta de las veces que le había quitado la anestesia. No convenía tenerla las 24 horas del día de todos los días dormida, no era divertido. Era mejor tenerla confundida, que supiera que estaba indefensa en sus manos.
Se acercó a ella y se situó en su campo de visión.