Jornada 06. En la boca del lobo (8)


-Sí, seguramente será él -respondió Mara ocultando su impaciencia-. ¿Me vas a acompañar o tengo que buscarlo yo sola por mi cuenta?

¿Yo? –Preguntó sorprendido el soldado- Podría indicarle dónde se encuentra y así hallarle usted sola, señora.

-Me temo que ahora no puedo dejarle ir soldado –respondió Mara sin mostrar ninguna traza de piedad-. Sabe que estoy a bordo.

-Pero yo no soy un soldado –se quejó su prisionero- soy abogado.

-Pero seguro que le han entrenado para matar –señaló Mara sin bajar la guardia- Combate cuerpo a cuerpo, con armas ligeras…

-Desde el campo de entrenamiento que no he tocado un arma –señaló el marinero- Y como puede observar no soy de los que hago precisamente ejercicio.

Efectivamente, por lo que Mara podía ver el marinero tenía una barriga nada oculta y no parecía precisamente un combatiente. Bueno, mejor para ella, pensó. Así no daría mucha guerra. Aunque no podía fiarse del físico.

-Me temo que no puedo dejarle suelto marinero –respondió Mara.

-Roberts, es Roberts, señora –le corrigió el marinero- Si me va a secuestrar al menos deje de llamarme soldado, marinero… o sabandija. Conozco a mucha gente que no le tiene aprecio a los abogados.

-No es culpa mía que sobrevivieran al apocalipsis porque sus amigos no-muertos no fueron a por ustedes por cortesía profesional.

-Sí, muy graciosa, es la primera vez que escucho ese comentario –señaló Roberts sin un ápice de gracia en su tono de voz.

-Muy bien Roberts, usted dirige –le indicó Mara- Lléveme hasta Doc y con suerte no le pasará nada. Le doy mi palabra.

-No es que nos conozcamos señora –señaló Roberts- Así que permítame que ponga en duda el valor de su palabra.

-Parece que no lee las noticias ni los boletines informativos –dijo Mara sonriendo e indicándole que comenzara a caminar.

-Estoy demasiado ocupado tratando de mantenerme vivo en este mundo abandonado de la mano de Dios –se quejó Roberts- Eso y tratando de conseguir que la Armada Estadounidense no cometa ilegalidades.

-Bueno, entonces no me presentaré –respondió Mara- Si es tan amable de acompañarme hasta dónde está su invitado.

-¿Puedo preguntarle qué clase de negocios tiene con el doctor ese? –Preguntó Roberts mientras comenzaba a andar algo nervioso- Por norma general los pacientes denuncian a los doctores por mala praxis.

-Sí, puede preguntar –respondió secamente Mara.

Los dos caminaron en silencio durante unos minutos.

-¿Y bien? –Preguntó Roberts- ¿Qué negocios tiene con el doctor?

-Algo sencillo y nada complicado–contestó Mara- Vengo a matarle.

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