Jornada 05. Cabalgata de muertos II (23)


Mientras iban caminado por los callejones desiertos y cada vez más oscuros Gerald observaba cómo todas las puertas estaban cerradas y las ventanas parecían aseguradas. Cada vez que se acercaban a una vivienda las luces de la misma se apagaban y las ventanas de los pisos superiores se cerraban rápidamente. Qué rápido había olvidado la gente las lecciones del pasado. Otra vez era sálvese el que pueda. Aunque Gerald pensó que él había hecho lo mismo no hacía ni una hora cuando puso la prioridad de sus sobrinos por delante de los demás. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Avisar a la gente? ¿Provocar el pánico? O aún peor, provocar el ser arrestado por alteración del orden público.

Había perdido la cuenta de los giros que habían realizado, esperaba que Jordi supiera por dónde iban aunque por ahora no se habían cruzado con ningún zombi. Buena noticia al menos. ¿Cómo estaría el resto de la ciudad? Recordaba que en la plaza España estaba la estación intermodal, un sitio en el que la ciudad había aglutinado las paradas de tren, metro y bus que la conectaban con el exterior. Y sin duda llena de gente a esas horas, gente que estaría pensando en volver a sus casas para preparar los regalos de Reyes. Gente, que seguramente a esas alturas, ya estarían convertidas o en proceso de convertirse en muertos andantes.

Y luego estaba el centro comercial, pensó Gerald. El Corte Inglés, lleno de gente haciendo las últimas compras. Seis plantas más los sótanos que seguramente se habían convertido en una ratonera. ¿Cuánta gente quedaría viva después de esta nueva plaga? ¿Cuánta gente se habría salvado de los que habían asistido a la Cabalgata? Seguramente los zombis ya se contarían en miles, tal vez una decena de miles. Pero por más que lo intentaba no conseguía entender el motivo de ese brote. ¿Cómo había sido posible? ¿Por qué lo habían dejado crecer de esa manera? No había duda de que había sido planeado. Las cámaras pirateadas, el fallo de los móviles, la retirada del ejército… eran demasiadas casualidades. Además habían elegido el día más adecuado, cuando más gente había por las calles, un asesinado en masa.