Jornada 05. Cabalgata de muertos II (18)


La cara de Gerald se quedó blanca. Estaba atrapado en una isla en la que los zombis estaban creciendo en número por minuto de forma alarmante. Seguro que era el maldito experimento de Doc. Había conseguido de alguna manera acelerar la conversión. Maldito cabrón. A ver si había suerte y Mara cumplía con su misión y acababa con ese cabrón.
Pero ahora no era tiempo de pensar en venganzas. Sino de salir vivo de aquello. Y la cosa no pintaba bien. Las calles estaban cada vez más llenas de cadáveres que se iban levantando poco a poco y la policía comenzaba a estar acorralada. Debían salir de ahí. Miró a Jordi que le devolvió la mirada preguntándole qué hacer.
-Vamos a subir por las escaleras –dijo Gerald señalando las mismas-, en fila india y pegados a las barandillas. Con suerte no nos aplastarán y podremos defendernos adecuadamente de los zombis que aparezcan. Mis sobrinos irán a hombros tuyos y míos. Así estarán más seguros.
Jordi asintió cogiendo en brazos a uno de los sobrinos y poniéndoselo sobre los hombros mientras indicaba a sus compañeros el plan. Él iría en segunda posición y Gerald en tercera. Esperaron un par de minutos y cuando vieron que había un hueco comenzaron a subir por las escaleras pegados a la barandilla que era una construcción de piedra sólida por lo que no se podría colar nadie por la misma a sus espaldas y no correrían peligro de escurrirse por algún riel.
Comenzaron a subir poco a poco. Apartando a la gente para no ser aplastados. Un zombi apareció al otro lado de la escalera y uno de los sobrinos disparó fallando el tiro. Su segundo disparo le voló parte del cuello y el tercero reventó la cabeza del zombi que se derrumbó en el suelo sin no-vida.
-Primo, cuidado con la pistola, que no está bien calibrada –avisó a su primo que lo tenía al lado-. Y cuidado con el retroceso que también es mortal.
-Los compensadores están en el hotel –dijo Gerald sin mirar hacia arriba-. No esperaba que tuvierais que usar el regalo tan pronto.
Otro zombi hizo intención de levantarse del suelo y agarrar con sus manos las piernas de Gerald pero dos disparos directos de su sobrino, que le dejaron algo sordo, acabaron con la amenaza.
El número de zombis fue creciendo en las escaleras pero la mayoría cuando se acercaban al grupo iban cayendo a manos de los disparos cada vez más certeros de los sobrinos o de los de los guardaespaldas que también tenían que disparar casi sin parar.
Llegaron al tercer tramo de las escaleras y tuvieron que detenerse varios minutos para poder limpiar el tramo que debían coger. Para sorpresa de Gerald, le dio la sensación de que los zombis comenzaban a rehuirles individualmente intencionadamente para posteriormente atacarles en grupo; ¿paranoia o alguna broma macabra del experimento de Doc? Seguramente lo primeros. El caso es que la cosa cada vez pintaba peor. Al menos no debían preocuparse por la munición por el momento.