Jornada 04. Cabalgata de muertos (21)


De repente todo el mundo se quedó parado mientras sus cerebros trataban de interpretar lo que acababan de escuchar. Los policías militares se miraron entre ellos confusos sin saber cómo reaccionar ante tal orden.

El capitán Ibáñez volvió la vista a los policías militares.

-Muy bien, ya no habrá combate, ¿contentos? –Dijo molesto mientras señalaba al sargento-. Ya pueden arrestarlo sin problemas, ¿verdad?

Los policías militares se acercaron al sargento mientras le miraban extrañados y le desarmaron.

-Por favor, acompáñenos –dijo uno de los policías cogiéndole del brazo.

Castillo no se podía creer lo que estaba pasando y se acercó al capitán claramente alterado.

-¿Está usted loco? –Le espetó gritando-. ¿Cómo que no intervendrá? Deben detener a esos zombis o habrá una masacre mayor de la que ya ha habido.

El capitán Ibáñez miró con cierto asco al policía que le estaba gritando.

-¿Y usted quién se supone que es? –Dijo mirándole como si fuera un insecto molesto.

El sargento se detuvo en su marcha y se giró para hablar con el capitán.

-Es el policía que dio el aviso –le explicó tratando de calmar las cosas-. Él y su compañero fueron los primeros en contactar con los zombis y nos dieron el aviso.

-Así que usted es el responsable de todos nuestros problemas –dijo el capitán cruzando los brazos con cierta soberbia-. Debería saber que ir gritando código negro alegremente está penado. Y más si lo hace dentro de un cuartel militar. Nuestros tribunales no son tan blandos como los civiles.

-Lo que se está formando en la rotonda es una turba de zombis –gritó Castillo sin creerse la actitud arrogante del oficial-. Si no se lo cree acérquese a ellos a ver si sale vivo.

-Seguro que simplemente son jóvenes bebidos y drogados –dijo el capitán quitándole importancia al relato del policía-. Por supuesto que no saldría vivo dado que mi uniforme les alteraría. No queremos que haya incidentes. Por eso no intervendremos.

-¿Está usted loco? –Castillo no se podía creer lo que estaba escuchando-. Esa gente no está drogada ni bebida ¡ESTÁ MUERTA! Son muertos vivientes. De alguna manera todo el mundo en la cárcel se ha transformado y han sembrado los Ocimax de más muertos vivientes.

-Oh, por supuesto, como si algo así fuera posible –dijo el capitán que estaba comenzando a cansarse de tener que dar explicaciones a un civil-. ¿Cómo se va a producir una fuga masiva en la cárcel o una plaga en la misma sin que nadie informe ni diga nada? Eso es imposible. Su historia está llena de agujeros, y parece salida de una de esas novelas de zombis que tanto gustan a algunos degenerados.

-Así que no piensa intervenir –dijo incrédulo el policía viendo que una vez más se topaba con la incredulidad .

-El Alto Mando ha dado sus órdenes y como soldados pensamos obedecerlas -respondió orgulloso el capitán.

-Creo que no –escuchó la voz del otro policía que se había acercado a él y ahora le estaba apuntado a la cabeza con una escopeta.