Jornada 04. Cabalgata de muertos (19)


Se giró rápidamente creyendo que algún zombi se había acercado sin él notarlo. Pero era algo peor. Se trataba del capitán Ibáñez, recién llegado de Dios sabía dónde.

-¿Qué está sucediendo aquí, sargento? –Preguntó el oficial irritado al ver toda la actividad que había en la base sin que él hubiera dado permiso.

-Tenemos un código negro entre manos –le informó el sargento mientras le pasaba los prismáticos y señalaba al final de la calle.

El capitán Ibáñez cogió los prismáticos y miró con ellos hacia la dirección en la que señalaba el sargento. Durante unos segundos no dijo nada haciéndose a la idea de lo que estaba viendo.

-Sí, parecen zombis –dijo finalmente devolviendo los prismáticos al sargento-. Y parecen muchos. De acuerdo, asumo el mando. ¿Cuál es el plan?

El sargento le pasó a explicar la táctica que había diseñado mientras el capitán asentía. En medio de una frase señaló el teléfono móvil.

-Es el estado mayor –dijo el sargento dudando-. Se niegan a creer que tenemos un grupo numeroso de zombis entre manos.

-Eso es ridículo –dijo el capitán agarrando el teléfono- ¿Hola? Soy el capitán Ibáñez, perdón por el retraso pero estaba coordinando el despliegue de las tropas.

-Por fin un oficial –dijo el general al otro lado del teléfono-. Escuche bien, sus órdenes son dejar que la marcha zombi transcurra sin interferencias. No debe tratar de detenerles. Ni llamar su atención.

-Señor, no sé qué informes está manejando usted –le dijo el capitán Ibáñez con tono diplomático-, pero lo que se está desarrollando no es una marcha zombi, señor. Es un código negro en toda regla.

-¿También usted? –Preguntó el general con tono irritado en su voz-. ¿Es que nadie sabe en esta puta isla lo que es una orden directa y la cadena de mando?

-Señor, no me he negado a obedecer sus órdenes –le contradijo el capitán con tono amable-, simplemente le estoy diciendo que lo que tenemos entre manos no es un grupo de frikis sino un grupo de muertos vivientes.

-Da igual lo que usted crea –dijo el general alzando la voz-, las órdenes son las órdenes y punto. La tropa no debe enfrentarse a ese grupo. Y no debe llamar su atención. Debe dejar que las cosas transcurran con total normalidad. ¿Me he explicado?

-Cristalinamente –respondió el capitán Ibáñez-. Pero creía mi deber informarle de la situación que aquí se estaba desarrollando que está en contradicción con sus informes.

-Si en algo aprecia su carrera y tiene esperanzas de llegar a algo más en el escalafón le aconsejo que siga las órdenes –le amenazó el general.

-Sin ningún problema general –respondió el capitán casi cuadrándose delante del teléfono-, se cumplirán sus órdenes sin más dilación.

El general pareció contentarse con la respuesta y colgó. El capitán le pasó el teléfono al sargento que se le quedó mirando. Sin decir nada Ibáñez se dirigió hacia la entrada de la base militar.

-¿Y bien, capitán? –Preguntó el sargento.

-Ya ha escuchado –dijo el capitán-. Ordene que cese toda actividad activa en la base.

1 comentario

  1. Que tal rosquete ese capitán Ibañez.


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