Durante los siguientes segundos nadie dijo nada. Todos se quedaron observando la figura que había entrado en el ambulatorio, escopeta en mano, gritando ‘¡Zombis!’. Fue una mujer de mediana edad y con un grave problema de sobrepeso quien rompió el silencio con una voz medio apagada, como si le costara decir cada palabra, más por desidia que por otra cosa.
-¿Le parece bonito a su edad ir por ahí gastando bromas a la gente? –Le acusó la mujer . Vago, que es usted un vago, búsquese un empleo en vez de molestar a la gente honrada.
-Señora, por Dios, que estoy hablando en serio! –dijo Castillo incrédulo ante lo que le estaba pasando . ¿Es que no ve la placa? Soy un puto agente de la ley.
-Usted no es policía –dijo la señora muy irritada . Mi hijo es policía y conozco los rangos, y el que usted lleva está mal. Deje de molestar y lárguese de aquí, gamberro, que es usted un sinvergüenza.
Castillo no se podía creer su suerte, y maldijo mentalmente y en silencio a la misma, no queriendo dar más argumentos a la mujer que parecía haber tomado la voz cantante.
-Bien, pues llame a su hijo –dijo Castillo sin perder la paciencia . Y que venga corriendo hasta aquí para darme esa lección que necesito.
La mujer dudó un segundo pero acto seguido cogió su bolso y se sacó un móvil del mismo, marcó y esperó unos segundos.
-Tiene usted suerte, parece que no tengo cobertura y no puedo localizar a mi Zafra –se quejó amargamente la mujer mirando el móvil . Siempre pasa lo mismo, cuando lo necesitas no funciona. Recoja sus juguetes y váyase a molestar a otra parte.
-¿Por qué nadie llama a seguridad? –Interrumpió otra persona interviniendo en la conversación . ¿No hay un agente de seguridad en el edificio?
Varias personas más secundaron aquellas palabras.
-Eso, eso, que alguien llame a seguridad, y que le dé una paliza a este payaso mientras le echan –dijo la primera señora . A ver si aprende la lección y no vuelve a bromear con ese tema tan serio. Y que sepa que son ‘no-personas’. Que zombis es un término despectivo y sólo lo usan las personas despreciables.
-Bueno señora, tampoco se pase –intervino otro señor , que esas horribles criaturas tampoco pueden ser tratadas como personas.
-Por eso hay que llamarlos ‘no-personas’ –insistió la mujer . Ellos no han pedido volver a la vida de esa manera. Son unos pobres desgraciados. Y no merecen que además de estar muertos, les insultemos.
-Qué quiere que le diga, a mí el término zombi no me parece insultante –intervino una tercera persona.
Y de repente todo el mundo se había olvidado de Castillo y de por qué había entrado para ponerse a discutir sobre si debían llamarse no-personas o zombis. El pobre policía no podía creer lo que estaba pasando. Y todo por culpa del novato.
Mientras todo esto ocurría una mujer de avanzada edad se había apartado del grupo y se había acercado a la puerta, se había asomado a la calle y había vuelto de nuevo al mostrador con un andar lento y cansino. Viendo que la gente cada vez estaba más alterada y levantando más la voz hasta llegar a gritar, la mujer cogió su bastón y dio varios golpes con el mismo sobre el mostrador para llamar la atención del gentío. Al escuchar el ruido la gente se quedó en silencio observando a la anciana.
-Me temo que el joven tenía razón –dijo la señora con voz amable pero firme . Me acabo de asomar y en la rotonda hay un grupo numeroso de zombis. Los he visto con mis propios ojos, una de las pocas cosas que Dios me ha conservado.
El silencio volvió a hacerse en la entrada del centro de salud.
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