Se pegó más al suelo mojado con lo que la cara se le llenó de barro mientras maldecía su suerte. Al menos con esa lluvia si tenía que correr sería más sencillo evadir a sus perseguidores. Cuando estaba a punto de ponerse en pie y salir corriendo observó cómo el helicóptero seguía adelante sin prestarle la más mínima atención, dirigiéndose hacia el portaaviones que se había puesto en movimiento con rumbo hacia el viento.
Las luces intermitentes del helicóptero se fueron alejando mientras en la cubierta de la aeronave un marinero comenzaba a hacer señales con unos enormes conos de luz indicando al helicóptero cómo debía acercarse. El marinero estaba sujeto por una cuerda y además otro compañero le ayudaba a no perder pie. El viento que se había levantado casi de repente azotaba la cubierta de aterrizaje e impedía a los operarios actuar con normalidad.
El helicóptero enfiló hacia la parte trasera del portaaviones tratando de ponerse a su altura ganando velocidad. Mara comprobaba cómo el helicóptero iba dando bandazos de izquierda a derecha y en más de una ocasión parecía que iba a estrellarse contra la cubierta pero el piloto parecía controlar bastante bien el aparato dado que a pesar del viento y de la lluvia consiguió posar finalmente el helicóptero en la cubierta mientras los operarios lo aseguraban rápidamente para que no saliera volando por culpa del viento o volcara.
Finalmente el helicóptero apagó los motores y las puertas se abrieron. Mara esperaba con impaciencia ver salir del mismo a Doc pero fuera quien fuera el que había salido del helicóptero no era él. Su decepción fue grande. Volvió su atención a las personas que a pesar del mal tiempo salían a cubierta ahora que la aeronave estaba asegurada. Parecían ser la plana mayor del portaaviones. Al parecer el visitante era alguien importante.
Y entonces le vio. Detrás de toda esa gente. Caminando con una ligera cojera cortesía de una bala en la rótula que le había metido en Alemania Occidental hacía unos años. Doc. Reconocería ese caminar en cualquier parte. Aunque apenas podía verle la cara a ninguno de los presentes sabía que era él. Ahí estaba. A bordo del barco. A su alcance. Pero demasiado lejos. Aunque tuviera un rifle lo suficientemente potente con aquel tiempo resultaría imposible cualquier intento por rellenar de plomo el cerebro del científico. Pero ahora que sabía que estaba cerca… sólo tenía que subir a bordo del portaaviones y servir a domicilio una ración de plomo. Lo que fuera por Doc.
¿Pero cuándo sería el mejor momento para asaltar esa enorme ciudad flotante? Desde luego no era cosa de entrar ahí disparando. Seguro que los marines de a bordo no se lo tomarían bien. También estaba descartado entrar por la puerta principal haciéndose pasar por otra persona… habría que entrar en secreto.
Pero eso sería en otro momento. Ahora tocaba relajarse. Resguardarse en la tienda. Calentarse y secarse y escuchar el ruido de la lluvia golpear el exterior de la tienda. Sabiendo que Doc estaba cerca. Muy cerca.