Entre el primer disparo y los siguientes apenas transcurrió tiempo. Como suele ocurrir cuando un grupo no muy numeroso de zombis se enfrentaban a personal entrenado y con experiencia. Tanto Mara como un par de los miembros del equipo de seguridad dispararon con pulso firme y puntería al grupo de zombies acabando con ellos rápidamente de certeros disparos a la cabeza.
Los otros miembros del equipo seguían vigilando los puntos ciegos de sus compañeros confiando en los mismos para acabar con la amenaza.
Una decena de disparos después los cadáveres que habían subido por las escaleras se encontraban tirados sobre el suelo, y sin vida… o no-vida, una de las cosas que Mara nunca había tenido claro.
Aunque la gente pudiera pensar lo contrario al verla en acción, a Mara no le producía ningún placer matar, ya fuera a gente viva o a cadáveres ambulantes. Pero tras pasar tantos años con Xavier había entendido su filosofía respecto a aquellas cosas, aquellos no-muertos no habían pedido volver a la vida, y mucho menos extender la muerte a su paso. A diferencia del sacerdote, ella no creía estar haciendo la labor de Dios en la tierra, pero sí que pensaba que les estaba haciendo un gran favor acabando con esos cuerpos animados sin vida. Y si los que intentaban acabar con su vida estaban vivos… peor para ellos. Tenía planes y no tenía prisa por morir. Aunque siempre trataba de no matarles si simplemente eran pobres desgraciados cumpliendo con su obligación y que se encontraban en el peor sitio en el peor momento.
Unos minutos después, el resto de padres que no habían sabido qué hacer recuperaron la compostura y con sus móviles comenzaron a llamar a las autoridades para denunciar el asalto zombie, salvo algún avispado padre que lo que hacía era llamar a los medios de comunicación ya fuera bien para criticar las pobres medidas de seguridad de la ciudad o ya fuera para aparecer de invitado en algún programa como víctima de los zombis. Mientras tanto los niños habían continuado jugando prácticamente ajenos a lo que había ocurrido a su alrededor. Mara no pudo evitar sentir cierta envidia, los niños sólo habían conocido un mundo con zombis y armas por lo que para ellos era algo normal su existencia… y durante un tiempo ella había sido como ellos, sin memoria de lo que había pasado en el mundo antes del Apocalipsis.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llegada del ejército. Una patrulla se acercaba rápidamente por las escaleras por las que ella había descendido. Rápidamente escondió su arma para no tener que responder a incómodas preguntas. Llevar un arma no era algo extraño en aquellos tiempos pero… mejor no llamar la atención más de la cuenta.
Un joven teniente, como parecían serlo todos, comenzó a dar órdenes a los soldados que le acompañaban: asegurar la zona y que no hubieran más de esas cosas en los alrededores, cerciorarse de que no quedaba rastro de movimiento, y deshacerse según el protocolo de los cuerpos.
Mientras los soldados cumplían las órdenes el teniente fue saludando uno por uno a todos los padres presentes hasta que llegó a la altura de Mara y Gerald.
Soy el teniente Torres –se presentó cuadrándose- para servirles a ustedes, la patria y a Dios.
Deja un comentario
No hay comentarios aún.
Deja una respuesta