El padre Xavier asintió. La mayoría de religiosos católicos no tenían motivos para dudar de la veracidad de las acusaciones eclesiásticas, ¿por qué iban a tenerlas? Eran los representantes de Dios.
-Bueno, como le decía –siguió el obispo-. Yo era de los creyentes hasta… hace relativamente poco. Como ya sabrá el obispo de esta diócesis murió hace relativamente poco y yo fui su sustituto. Algo raro dado que le atendí en su lecho de muerte y yo ya estaba destinado a esta diócesis también. Pero bueno… la cuestión es que el obispo en su lecho de muerte pidió el sacramento de la extremaunción y se confesó por última vez conmigo.
Xavier abrió los ojos imaginando lo que eso implicaba.
-Como puede suponer –continuó hablando el obispo-, no le revelaré lo que me contó mi antecesor en su lecho de muerte pero baste decir que mi opinión cambió mucho. Y decidí que tal vez yo también debería dar un paso al frente… de forma anónima y tratar de ser más prolífico.
El sacerdote asintió sin querer interrumpir a su compañero religioso.
-Por supuesto no puedo revelar lo que sé al público por motivos obvios –le explicó el obispo refiriéndose al secreto de confesión-, pero creo que podremos encontrar algún modo de… ayudarnos. Aunque no puedo garantizarle demasiado. Todo este asunto de los zombies nos ha afectado a todos, incluyendo a los representantes de Dios en la Tierra. Algunos piensan que todo esto es una señal del Apocalipsis y que los zombies son enviados divinos que traen el mensaje de destrucción del Señor.
Xavier torció el gesto. Había visto en acción a esos extremistas católicos que mataban en nombre de Dios y defendían la idea de que los no-muertos en realidad eran ángeles en una retorcida interpretación de que no eran humanos ni tenían un sexo… activo. Usaban a los zombies como tropas para matar a la gente para… ayudarles en estos momentos finales de la humanidad.
-Lo único que le puedo garantizar es un refugio, aunque no muy seguro la verdad –se disculpó el obispo-, e información que le puede ser de utilidad de vez en cuando. Quién sabe, a lo mejor entre usted desde fuera y yo desde dentro podemos recuperar la verdadera esencia de la Iglesia y acabar con esta locura.
-Monseñor, su apoyo es… un rayo de luz –dijo sinceramente Xavier-. La verdad es que esta… lucha está siendo muy dura; no tanto a nivel físico como el mental. Ver las injusticias que se están cometiendo en nombre de Dios… me hace hervir la sangre, la mayoría del tiempo me siento inservible.
-Podría ser peor –dijo el obispo tratando de hacer relajar al otro sacerdote–. Podría estar detrás del Telón de Acero.
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