Gerald parecía el típico rico excéntrico. Había conseguido sus millones después de la crisis zombie formando empresas de informática que ofrecían sus servicios a todo el mundo. Y pensar que había comenzado en el sótano de un castillo… que había sido lo primero que había comprado cuando la sociedad se había normalizado.
Al parecer ya era una persona con dinero antes de que los zombies destrozaran las vidas de todo el mundo. Pero la sociedad había visto cómo la mayoría de sus ordenadores no funcionaban tras el renacer… casi todos los técnicos informáticos habían muerto durante el apocalipsis zombie ya que al parecer la supervivencia no estaba entre las habilidades de la mayoría de ellos. Así que sus servicios se pagaban muy generosamente. Poco a poco fue delegando en sus ‘discípulos’ y él se dedicó a viajar por el mundo preparando al mismo para el siguiente apocalipsis… que defendía que iba a ocurrir tarde o temprano dado que así eran los humanos. Les daba por buscar la piedra en la que habían tropezado con anterioridad para volver a tropezar de nuevo en ella.
Sus caminos se habían cruzado en uno de los hoteles en los que había trabajado Pep en el extranjero. Gerald había pasado una época en España invitado por el gobierno popular para que les aconsejara y pusiera al día sus rudimentarios sistemas informáticos fruto de la dejadez socialista y había aprendido algo del idioma y se había enamorado del clima Mediterráneo.
Y cuando Pep le contó a Gerald su idea de crear un hotel anti-zombies enseguida se ofreció a financiarle, a montarle el entramado informático y convertirlo en el hotel más moderno del mundo, informáticamente hablando. Pep no estaba muy convencido, eso de la informática y de Internet (algo que Gerald decía que acabaría arrasando en el mundo entero) le parecía cosa de magia y una pérdida de tiempo. Pero quién le decía que no al tipo que tenía el dinero.
Y así su hotel se había convertido en uno de los primeros en ofrecer WiFi para los clientes, o acceso a través del puerto en las habitaciones o en un par de ordenadores en el hall. Y eso de Internet parecía ser muy apreciado por los clientes, así que…
Pep llegó al comedor y enseguida vio a Gerald. Había venido a pasar las vacaciones de Navidad a la isla acompañado de parte de su familia y, obviamente, se alojaban en el hotel. Afortunadamente no eran clientes ruidosos.
Gerald se levantó para saludarle y darle un abrazo de oso. A pesar de los años, el informático seguía teniendo un exagerado sobrepeso pero al parecer su corazón seguía resistiendo bien el esfuerzo. Rarezas de la naturaleza. Estaba acompañado por sus sobrinos que no superaban los 10 años y que parecían encantados de la compañía de Gerald.
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