Diciembre de 2009
Mara afilaba el cuchillo en su camarote. Lo hacía habitualmente cuando estaba nerviosa. La última información que había recibido situaba a Doc en una isla del Mediterráneo, la isla de Mallorca, en España.
Alguien llamó a la puerta de su camarote. Se levantó y envainó el cuchillo. En el estrecho pasillo se encontraba el padre Xavier.
-Llegaremos en breve -le informó el sacerdote-. Me alegro de que hayas decidido acompañarme a la isla, con un poco de suerte te quitarás de la cabeza esa venganza tuya que te está corroyendo desde hace tantos años.
Mara sonrió. El sacerdote no sabía la verdadera razón que le había llevado a aceptar el trabajo. Era cierto que con el tiempo había considerado un compañero a Xavier, pero seguía siendo un hombre de Dios, y no creía en la justicia impartida unilateralmente. Igualmente, el padre Xavier era demasiado valioso como para dejarle sin escolta. A lo largo de los años también se había ganado enemigos. Sobre todo en el seno de la Iglesia.
Y ahora ambos tenían una diana sobre sus cabezas, y un precio por las mismas.
Acompañó a Xavier al puente. Con la Sexta Flota americana en la zona era complicado pasar desapercibidos, afortunadamente habían conseguido un par de submarinos que les ayudaran a burlar la vigilancia del gran Hermano a la hora de viajar por el mundo. Miró a través del telescopio. En la superficie comenzaba a anochecer. El momento ideal para desembarcar. A lo lejos podía ver las luces de la ciudad. Y el enorme porta-aviones que estaba anclado en la bahía de Palma. Sonrió. Sería tan sencillo… un par o cuatro de torpedos y Doc sería historia… o tal vez no. Ese hombre era más escurridizo que una anguila y ya se había escapado de ella en varias ocasiones. Pero esta vez… se había escondido en una ratonera.
El capitán del submarino iba dando órdenes mientras la tripulación trataba de mantenerse en silencio y no hacer ruido. Ahora lo importante era navegar en silencio. No llamar la atención y pasar por debajo de los barcos que vigilaban esas aguas.
Tras un par de horas de avance lento y silencio sepulcral el submarino salió a la superficie cerca de una cala abandonada, antiguo hogar de pescadores. En la orilla alguien hizo unas señales con una luz, la convenida. Mara desembarcó junto a Xavier y un par más de personas en un bote neumático rumbo a la orilla.
El submarino volvió a sumergirse. El plan era que se alejara y se escondiera y se mantuviera en contacto según el plan por si había que salir de ahí huyendo. Ahora sólo quedaba deshacerse de Xavier con alguna excusa y comenzar la cacería.
FIN (por ahora)