Jornada 11. El final del principio III (V)


Durante la siguiente hora Mara les explicó con pelos y señales lo que había pasado desde el primer momento que habían puesto el pie en la ciudad. No se dejó ningún detalle. Por escabroso que fuera. Xavier y Ortiz escuchaban en silencio y no la interrumpieron. Finalmente, llegó a la parte en la que la ciudad era engullida por las llamas.

-Entonces… -dijo lentamente el sacerdote-, no sabes qué les pasó a los soldados y los camiones con supervivientes.

-Seguramente murieron –dijo Mara furiosa-. Debieron ir a otra ciudad buscando refugio, y seguro que encontraron la muerte a manos de los zombies. Al menos nunca me he cruzado con alguien que me conociera.

-Tal vez podría haber sido casualidad –señaló el padre Xavier-, el no cruzarte con otros supervivientes, o tal vez el tal Doc lo haya impedido de alguna manera.

-Eso da igual ahora –dijo Mara-, debo salir de aquí y avisar al resto del grupo sobre Doc. A saber qué tiene pensado hacer con ellos. Y si se entera que sigo viva y he recuperado la memoria… no quiero ni pensarlo.

-Dijiste que no actuaba solo –señaló Xavier.

-Tenía la ayuda de la alcaldesa de la ciudad –dijo Mara-, la muy perra vendió a sus compatriotas para asegurarse un lugar en… en el nuevo orden mundial que tenía que salir. Además, debía de contar con ayuda de altos mandos del ejército, dado que bombardear una ciudad no es una cosa sencilla precisamente. Y mencionó… otras personas poderosas.

El padre Xavier se quedó un momento en silencio pensativo. Le habían llegado rumores sobre los movimientos de la Santa Sede, negociando con gobiernos y peces gordos, pero no había podido averiguar nada sobre el tema realmente… ¿podría ser que la Santa Sede estuviera asociada con este tipo de gente?

Ortiz también se había quedado pensativo.

-¿Podría ser que el sargento estuviera en el ajo, que formara parte de esta… conspiración? –preguntó finalmente-. Quiero decir, no es muy normal eso de ofrecer a alguien un trato por una confesión escrita y luego dejarle marchar… además, llegó justo antes de que el mundo se fuera por el retrete, y no parece muy afectado por la muerte del general.

-Si fuera así sabrían que he recuperado la memoria –dijo alarmada Mara-, más razón para salir de aquí sin perder un momento. Hay vidas en peligro.

-No puedes salir de aquí pegando tiros –dijo el padre Xavier nervioso-, así no conseguirás nada. Tal vez pueda conseguir convencer al buen sargento para que nos deje marchar… y que sea Dios quién te juzgue.

– Sólo hay una manera de tratar con este tipo de gente –dijo amenazante Mara- y no es mediante palabras.

-No soy el único que la recuerda capitana, y que no cree lo que se dice de usted –dijo Ortiz-. Correré la voz entre los demás, y juntos pensaremos en un modo de sacarla de aquí. Usando el método que sea.