La tormenta había durado toda la noche y el suelo se había embarrancado. Donald miró la inmensa masa de zombies desde la protección de la lejanía. Parecía perderse en el horizonte. Habían conseguido recuperar el helicóptero del árbol y ahora se estaban preparando para ponerlos en el aire y reanudar la marcha.
Pero los zombies se habían desperdigado durante la tormenta, y ahora tendrían que usar varios helicópteros a la vez sólo para intentar agruparlos. Parecía muy peligroso estando tan dispersos tratar de hacerles mover hacia delante. Y el terreno ablandado no ayudaba precisamente a que los zombies se movieran rápidamente, con lo que éstos, que ya de por sí caminaban lento y mal, ahora incluso se caían y resbalaban y eran pisoteados por otros zombies que también se caían encima de los caídos.
Afortunadamente cada vez que se formaba un grupo numeroso de zombies caídos el resto comenzaba a esquivarlo como si se encontraran con un muro, y con el tiempo los zombies caídos recuperaban la verticalidad, a excepción de los que estaban más abajo que tenían huesos destrozados por las pisadas y el peso soportado o algún miembro desprendido.
La procesión se había vuelto más lenta debido a todo eso. A medio día, después de muchos intentos y mucha paciencia habían conseguido reunir a los zombies más dispersos y los habían vuelto a agrupar y el suelo se había ido secando con lo que los zombies no perdían el equilibrio tan fácilmente.
Donald sonrió al ver que la marcha zombie iba viento en popa y sin problemas de nuevo. El sol brillaba en lo alto y no había más nubes que amenazaran con descargar agua, y el único viento que había era una ligera brisa. Ahora sólo quedaba tener paciencia y guiar al rebaño hasta su objetivo. Paciencia. Pero sólo imaginando la cara de los militares al descubrir su base asediada por esos monstruos no podía evitar sonreír.
Le venía a la cabeza la pobre Martha, su cuerpo desnudo, destrozado, abandonado en el bosque; también recordaba todo el tiempo que había estado planeando hasta el más mínimo detalle su ataque. Esa gente merecía morir. Se creían dioses en la tierra. Merecían que alguien les bajara de su pedestal. Y él podía hacerlo. Estaba en su mano, después de tanto tiempo Martha sería vengada.
Al cabo de varias horas más vio su objetivo en la lejanía. La base militar ya estaba a la vista. Y los zombies parecían estar más ansiosos y excitados que nunca, como si pudieran prever la masacre que se avecinaba.
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