Donald Brown estaba extasiado. El plan estaba funcionando a las mil maravillas. Mucho mejor incluso de lo que se esperaba. Parecía que, de alguna forma, unos zombies arrastraban a otros de manera que la marea de muertos vivientes iba creciendo a medida que los hacía salir de la ciudad. Se había tenido que coordinar con un par de compañeros ya que para estar a salvo dirigían los helicópteros desde las azoteas de los edificios y mientras bajaban y corrían a otro edificio tenían que ser relevados y otros tomaban el mando.
Además, para asegurarse la atención de los zombies había acoplado a los helicópteros unos walkmans con cintas al máximo de volumen. Con lo que la atención de los zombies estaba asegurada. Y no tenía que preocuparse por las pilas ya que había encontrado una tienda de electrónica que tenía pilas en grandes cantidades.
Era un plan tan sencillo que no era capaz de entender que no tuviera constancia de que se hubiera hecho antes en el pasado.
Le había costado convencer a sus compañeros de su plan. Pero les había explicado que así acababan con dos pájaros de un tiro. Por un lado vaciaban la ciudad de zombies, con lo que podrían volver a ella, y por otro obligaban a los militares a cumplir con su obligación y acabar con esos monstruos en vez de cobijarse detrás de sus verjas y dejar que otros hicieran su trabajo.
Aunque un poco reticentes al principio, habían comenzado finalmente a ayudarle. Pero al ver cómo el plan funcionaba y los zombies abandonaban las calles en dirección a las afueras de la ciudad se habían ido alegrando también sin pensar en las personas a las que iban a lanzar los no-muertos.
Una vez fuera de la ciudad el asunto se había complicado dado que al ser espacio abierto había zombies por todas partes y era complicado no llamar su atención. Debían ir con sumo cuidado. Por suerte no había habido problemas.
Hasta que comenzaron a caer las primeras gotas. Durante la mañana el cielo se había ido nublando y el día se había oscurecido. Y luego había comenzado el viento. Rachas que zarandeaban de un lado para otro los pequeños helicópteros de manera que hacía muy difícil manejarlos. Habían perdido uno que se había estrellado contra el tronco de un árbol, y otro que se había quedado entre las ramas de un árbol. Pero esperaban poder recuperarlo cuando la marea de zombies pasara de largo.
Pero la lluvia… había ido empeorando hasta el punto de no poder ver a dos metros delante de ellos. No podían hacer nada más que esperar a que la tormenta pasara y rezar para que los zombies no se movieran… demasiado.
Donald Brown miraba el cielo mientras sonaba un trueno en la lejanía.
-Con suerte la tormenta hará nuestro trabajo y un rayo fulminará a ese maldito negro orgulloso.
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