La mañana amaneció sin nubes en el cielo. Con un suave viento y un olor a humedad por el agua dejada por la lluvia caída. Mara se asomó con precaución a la calle. La población de zombies seguía siendo bastante pobre en comparación con la normal.
Mientras el padre Xavier preparaba su mochila para seguir viaje y su labor en la ciudad, Mara dejó varias marcas en las puertas del almacén y las cerró con llave cuando salieron. Luego puso las llaves en uno de los buzones sin que el sacerdote se diera cuenta.
El padre Xavier le había pedido permiso a Mara para coger alguna caja de cartuchos. Ésta le indicó que podía coger las que quisiera, que no tenía motivo para pedírselo a ella.
-¿Y ahora que hará? –le preguntó Mara al sacerdote.
-Seguiré paseando por las calles y dando el descanso eterno a estos cuerpos sin alma –respondió el sacerdote- ¿y qué planes tienes hija mía?
-¿Puede dejar de usar esa expresión? –le pidió Mara-. Me hace sentir incómoda. Respecto a mis planes… seguiré explorando un poco la ciudad y luego… seguiré mi camino. Voy improvisando sobre la marcha. En teoría tendría que estar en algún otro sitio.
-Entonces podemos seguir nuestros caminos juntos durante un poco más –sugirió el sacerdote-, pero antes… me gustaría dar el descanso eterno al pobre cuerpo que hay en el piso superior.
Mara torció el gesto.
-No sé Xavier –respondió Mara indecisa-, no sabemos lo que hay detrás de esa puerta. Podríamos tener una familia entera… incluyendo niños.
-Más razón –insistió el sacerdote- no podemos dejarles vagar por este mundo de esta manera. Es una crueldad. No es culpa suya lo que les ha pasado.
-Pero ya no están vivos –Mara intentaba poner algo de razón en la cruzada del padre-. Además no creo que puedan atravesar esa puerta y causar algún daño.
El sacerdote parecía tener la idea clara y fija.
-¿De verdad quieres correr el riesgo? –preguntó el padre Xavier-. Mire, si no quiere acompañarme no pasa nada. Lo haré yo solo.
Mara suspiró y murmuró por lo bajo.
-Vamos, antes de que me arrepienta de esta estúpida idea –dijo Mara mientras se dirigía hacia las escaleras.
El padre Xavier sonrió y le acompañó subiendo las escaleras juntos.
-Lo único que siento es no poder asegurarte que Dios nos protege para esta misión.
-Pues qué bien –respondió Mara-, así que no es una misión sancionada por Dios. Creía que ustedes hablaban con él y por él y esas cosas.
-Habladurías –dijo el sacerdote mientras comprobaba su escopeta-, decir que hablamos por Dios es una metáfora. Se supone que somos su representación en la Tierra. Sus mensajeros. Interpretamos las escrituras y sus lecciones. Pero sólo somos humanos… y algunos no se dan cuenta de ello y cometen errores.
Mara comprobó su fusil de asalto y su pistola y ambos se prepararon para atravesar la puerta del piso que contenía a los zombies.
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