Jornada 8. El fin de los días IV (XIV). Ello


Antes de continuar con su conversación el camarlengo había considerado oportuno mandar traer algo para comer y beber. El presidente de la República se encontraba bastante nervioso y a lo mejor eso ayudaría a que se relajara un poco.

Dejó que el político bebiera algo antes de continuar con su conversación. Lo cierto es que lo que había dicho antes era cierto. No se habían llevado precisamente bien y se habían cruzado declaraciones a través de la prensa, todo debido a la política que se estaba desarrollando en el país y que no era lo restrictiva que esperaba la Iglesia. Incluso el Papa había llegado a intervenir para que ambos se calmaran y trataran de suavizar sus declaraciones, dado que esa situación de enfrentamiento no beneficiaba a nadie.

-Bien –dijo el político dejando a un lado el plato con viandas que había estado probando-, ¿qué quiere proponerme?

-Antes de continuar permítame una pregunta. ¿Cree que estas criaturas son una amenaza real o que pueden ser controladas?

-Por los informes que he leído y lo que me han contado mis consejeros… podemos resistir pero al final perderemos. ¿Disparar a los muertos? ¿A civiles? ¿A tu propia familia? ¿Cómo vamos a luchar contra algo así? Ni declarando la ley marcial podremos controlar esta… plaga.

-Entonces supondré que tiene un plan de contingencia para que el gobierno italiano se salve y pueda volver a hacerse con las riendas del país en algún momento futuro.

El político asintió lentamente.

-Tal vez una isla como Córcega, una isla pequeña, fácil de controlar y defender pero que a la vez pueda servir como base para las tropas italianas.

El político asintió nuevamente.

-La idea es situar a las tropas en Córcega y a la cúpula política en la isla de Elba –sonrió pensando en la ironía de que esa isla fue gobernada una vez por Napoleón.

El camarlengo iba asintiendo con la cabeza tras cada explicación del político.

-Tal vez pueda ayudarle en su transición. Como supondrá con el apoyo de la Iglesia, y más en esas pequeñas poblaciones los nativos les recibirán con los brazos abiertos y no tendrán problemas con los muertos vivientes.

El político puso cara de curiosidad ante la proposición del religioso.

-Como puede imaginarse la influencia de la Iglesia en las localidades más pequeñas y alejadas del continente es mayor que aquí… por lo que no sería un problema preparar a la población contra la plaga que se avecina. Informarles que en caso de producirse una muerte en alguna localidad lo que habría que hacer sería quemar el cuerpo en vez de enterrarlo.

-¿Y qué quiere a cambio?

-Nada complicado. Que me ceda el control de una mínima parte de su ejército. Algunos tanques y helicópteros y soldados para defender la ciudad del Vaticano.