Jornada 8. El fin de los días IV (VI). Ello


Dar a conocer la noticia de la resurrección del Papa había sido una pesadilla. Primero se había tenido que editar las imágenes capturadas, y luego comprobar que, afortunadamente, lo que reposaba en la cama del Santo Padre al no tener gente alrededor parecía haberse calmado. Eso había ayudado a poder filmarle de manera que se viera que estaba vivo, pero sin que se vieran las ligaduras que le impedían moverse.

Las siguientes horas transcurrieron rápidamente. El camarlengo no podía ni levantar la cabeza de su escritorio. Su despacho se había convertido en una especie de sala de espera de religiosos de todos los grados esperando noticias. Y además era el centro neurálgico de la Santa Sede ahora que se había revelado la verdad.

Al principio las televisiones se habían mostrado reticentes ante la noticia emitida por la Santa Sede, pero luego se les había permitido entrevistar a los fieles que habían asistido a la resurrección, que habían dejado salir en un movimiento inteligente del camarlengo, y se habían pasado las imágenes de la resurrección. Y las cadenas de repente se encontraban con la noticia del año, del siglo, de su vida, un caramelo que nadie quería tirar y que había conseguido que todo el mundo girara la cabeza hasta la Santa Sede. Y no sólo los países católicos, la Unión Soviética y sus países satélites habían mandado también reporteros y sus políticos se habían puesto en contacto con la Santa Sede; incluso los chinos, tan herméticos como eran también se habían interesado.

Todo el mundo les observaba. Y eso le estaba provocando un ardor de estómago terrible al camarlengo. Sus siguientes movimientos tenían que ser calculados. Un paso en falso y podría ser el mayor fiasco de la historia de la Iglesia Católica.

La lista de televisiones que habían solicitado entrevistas era interminable. La lista de los gobiernos que habían llamado para ofrecer su asistencia era igual de larga. Y la plaza de San Pedro, que ya estaba poblada debido a la vigilia por el Papa se había quedado pequeña, la gente parecía venir de toda Italia para arremolinarse cerca del Vaticano. Los vuelos a Roma habían colapsado a las agencias de viajes y a los aeropuertos que se veían incapaces de dar luz verde a todos los planes de vuelo que les estaban mandando particulares que querían volar hasta ahí.

Todos los ojos estaban puestos además en el camarlengo. Suya había sido la idea de comunicar la resurrección del Papa y tenía claro que si algo salía mal la primera cabeza que rodaría sería la suya.

Alguien le había traído un café. Lo cogió y sorbió lentamente el negro líquido. Estaba fuerte, y dio gracias a Dios por ello. Iba a necesitar estar despierto y calmado durante las siguientes horas y días. Había informado al colegio cardenalicio de la política de la Iglesia y de lo que debían de decir sus miembros delante de los periodistas.

Y por ahora todo había salido bien. Incluso los comunistas, los representantes de otras religiones habían callado y habían preferido esperar acontecimientos y no pronunciarse. Seguramente estaban rezando a sus dioses, o a Lenin, para que todo fuera una invención de los católicos.

De repente la sala se quedó en silencio. El camarlengo alzó la vista, el padre Xavier acababa de entrar en el despacho.

4 comentarios

  1. «Seguramente estaban rezando a sus dioses, o a Lenin, para que todo fuera una invención de los católicos.»
    Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, exelente exelente!!!

  2. En 2 dias me he leido todas las entradas y creo que me he vuelto adicto a esta pagina jaja

    Las historias estan muy bien! Son completamente adictivas

  3. Unión sovietica? de qué año estamos hablando ?…

    • De finales de los 80. Cuando aún existía la URSS. Este relato transcurre durante el primer brote zombie.


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