Jornada 7. Ella. “El fin de los días Parte III” (XXXIX) Por JD


El general miró la pantalla. Según el centro meteorológico las nubes estaban desapareciendo y el objetivo se vería con claridad cristalina. Revisó que las órdenes estuvieran correctas y no presentaran dudas. Se había tenido que hacer todo con demasiada rapidez. Y eso implicaba que podría haber errores que hicieran que fueran descubiertos.

Pero con lo que estaba pasando seguramente nadie miraría dos veces las órdenes ni preguntaría a qué venían las prisas de repente.

Todo el asunto con el maldito doctor y la capitana Grumpy les había estado a punto de estallar en las narices. Ya había advertido sobre el comportamiento del doctor al consejo pero parecía que nadie había querido escucharle. El doctor tenía una mente privilegiada y era parte importante del plan. Era una pieza clave, pero si por él fuera le dejaría tirado en esa ciudad para que probara su propia medicina.

Vio los cazas aparecer en la pista de despegue y a los pilotos comenzar a realizar los chequeos antes de despegar. A los pilotos se les había informado de que era un vuelo de prácticas y que iban a probar una nueva variedad de armamento. Los pilotos no necesitaban saber mucho más. Eran unos cowboys, les encantaba volar con sus cazas y disparar a todo lo que pudieran. Y no hacían preguntas. Lo hacían encantados.

El problema había sido mover todas esas órdenes tan rápido. Sí, las órdenes estaban preparadas. Y el material para esterilizar la ciudad. Pero no se esperaban que el doctor metiera la pata tan profundamente que se vieran obligados a adelantar casi una semana el final del experimento. Poner a volar dos aviones no era complicado. Cargarlos con armamento tampoco, dado que solía ser un procedimiento estándar para que los pilotos estuvieran acostumbrados al peso extra de los aviones con los que tenían que entrar en combate. Convencer a dos pilotos… bueno, eso había sido lo más fácil. Pero habían tenido que presentar un plan de vuelo falso al mando aéreo, luego otro plan de vuelo distinto a la torre de control y a los pilotos y se habían tenido que asegurar que nadie comprobara los planes de vuelo.

Y para acabar de complicarlo todo los planes de vuelo habían tenido que ser retrasados debido a que la zona estaba nublada y dado que, en teoría, era un vuelo para probar armas era necesaria la completa visibilidad del blanco para poder comprobar su efectividad.

La realidad era que esos aviones podían soltar las bombas sin necesidad de ver el objetivo. Para eso habían inventado los científicos el GPS. Pero como el plan original era usar un arma experimental… pues debían esperar a que las nubes desaparecieran. Y por fin habían desparecido y se había dado luz verde al despegue de los aviones.

El general observó desde la torre de control cómo los cazas encendían sus turbos, comenzaban a coger velocidad en la pista y despegaban rápidamente para desaparecer en el firmamento rumbo a su objetivo. Una ciudad que pronto quedaría reducida a cenizas.