Jornada 7. Ella. “El fin de los días Parte III” (XXXI) Por JD


El doctor había observado con atención al policía militar que le habían puesto de escolta durante las siguientes horas. Al principio había tratado de entablar conversación con el mismo, pero el militar le había ordenado callarse y dejar de molestarle.

Militares. Tercos y estúpidos como ellos solos. Menos mal que no todos eran como aquellos con los que le había tocado lidiar. Claro que si lo pensaba era natural. Cuanto más ambicioso y más lejos llegaras menos conciencia tenías. Era ley de vida. Sólo los fuertes sobrevivían o escalaban en la pirámide social.

Se paseó varias veces por el despacho de la alcaldesa mirando de vez en cuando por los ventanales del mismo. Observando cómo los militares se movían como hormigas bajo las órdenes de la reina. El militar le seguía con la mirada continuamente.

Sonrió para dentro. Debía dejar que al militar le invadiera una falsa sensación de seguridad. Que no tenía nada que temer del pobre doctor. Que se confiara. Esperar su ocasión.

Miró su reloj. Se acercaba la hora que le habían dado para que se cumpliera el plazo y comenzara a llover fuego sobre la ciudad. Un fuego que purgaría parte de los pecados del grupo para el que trabajaba. Estudió su reflejo tratando de buscar una señal de arrepentimiento o duda. No la encontró. Creía en su causa. No sólo en el dinero que obtendría en el futuro y la buena vida que le esperaba. Sabía que podrían controlar el alzamiento zombie. Sólo se requería tiempo, paciencia y material. Y todo eso se lo habían prometido. Él y su equipo llevaban tiempo estudiando a los zombies. Sus métodos de “reproducción” y de exterminio. Sólo había que encontrar el componente químico adecuado para neutralizar lo que fuera que les daba vida a los muertos.

Una fuerte explosión le sacó de su cadena de pensamientos. Un edificio se estaba derrumbando casi enfrente de ellos. ¿Todavía tenía esperanzas de parar a los zombies? Aunque tenía que reconocer que la idea de usar los escombros de los edificios como barrera contra los mismos era interesante. Mientras observaba la nube de polvo cubrir casi toda la plaza vio que algo no iba bien… veía soldados correr hacia el edificio derrumbado arma en mano… y no sólo hacia ese edificio… también hacia el resto… ¿podría ser? Volvió a sonreír. Parecía que los zombies habían estropeado los planes de la capitana después de todo. Esas criaturas tenían un instinto de naturaleza increíble… ¿sería posible que hubieran intuido el peligro? ¿O sería una más de tantas casualidades? Vio al soldado que estaba recibiendo órdenes. Parecía que había llegado la hora.

-Debe acompañarme doctor –dijo mientras ponía una de las manos en la cadera a la altura de la empuñadura de su arma de mano.

-¿Le importa si voy al baño antes? Parece que me espera un largo viaje antes de que vuelva a poder… aliviarme.

El soldado asintió con gesto de disgusto y de enfado. El doctor se dirigió hacia el baño. Había llegado la hora de despedirse de la capitana Grumpy para siempre.

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