Jornada 7. Ella. “El fin de los días Parte III” (XXVII) Por JD


La capitana Grumpy se sentó pensativa en una silla apartada de los soldados que estaban coordinando la evacuación. Todavía no se creía lo que acababa de decir. Y casi no entendía cómo sus hombres la habían creído. Sabía que algunos mandos habían sufrido en sus carnes a este nuevo enemigo, por lo que ellos no necesitaban muchas explicaciones. ¿Y el resto? Buenos soldados, o simplemente seguían órdenes y, al fin y al cabo, evacuar a la gente no parecía demasiado peligroso y no tenían por qué dudar de la orden. Sí de los motivos pero… prefería eso a la alternativa, que la tomaran por una loca, siempre que salvaran al mayor número de gente.

Desde donde estaba sentaba podía escuchar los murmullos del personal de dentro de la tienda. La mayoría se centraban sobre el tema de la existencia de los zombies; y la mayoría acababan señalando los informes que habían estado escuchando diariamente en sus puestos cada vez eran más extraños.

Respiró hondo, se tomó unos segundos para tranquilizarse y descansar, poner sus ideas en orden y continuar con su tarea.

Se acercó a uno de los operadores de radio.
-Comunique al mando central que necesitaremos apoyo aéreo y transporte aéreo para tropas, civiles y prisioneros.

Cogió un vaso y lo llenó de agua mientras veía al operador cumplir sus órdenes; a medio vaso notó que algo iba mal, el operador parecía estar molesto con lo que le estaban diciendo. La militar se acercó para ver qué pasaba. El operador se giró con cierta cara de asombro para informar a su superior.
-El mando informa de que el permiso para transporte aéreo está denegado dado que la zona ha sido declarada de exclusión aérea.
-¿Desde cuándo? -preguntó la capitana que tampoco salía de su asombro.

-No han querido indicarlo -dijo el operador casi pidiendo perdón con la mirada.

La capitana Grumpy estuvo a punto de ponerse a tirar cosas perdiendo la paciencia. Pero la llegada de otro soldado le interrumpió el pensamiento.
-Señora hemos detectado una comunicación procedente del ayuntamiento al exterior.

-Creía que habíamos cortado todas las comunicaciones con el exterior desde el edificio -dijo la militar que veía cómo los problemas se le iban acumulando.

-Era una comunicación codificada, posiblemente desde un teléfono vía satélite -le informó el soldado-, imposible de interceptar, y tampoco sabemos qué contenía.

-Por el amor de Dios…-dijo la capitana mientras salía de la tienda hacia el ayuntamiento. Señaló a varios policías militares que se encontraban patrullando para que la acompañaran-. Esto se acababa aquí y ahora.

La capitana Grumpy abrió las puertas del despacho de par en par y entró aceleradamente explorando con la mirada la habitación. No parecía quedar nadie. Miró hacia la mesa del alcalde, y ahí estaba el buen doctor. Sentado tranquilamente, con los píes sobre la mesa, reclinado como si estuviera descansando después de un largo día de trabajo.

-¿Dónde está la alcaldesa del demonio y su séquito? -preguntó la militar dando sendos golpes con las palmas de sus manos en la mesa.

El doctor miró con cierta lentitud alrededor de la habitación.
-Definitivamente no están aquí -respondió esbozando una sonrisa-. Debe de haber ido a ocultarse a su madriguera.

La militar sacó su arma de mano y apuntó con la misma al doctor.
-Se acabaron los juegos. ¡Basta!

El doctor quitó los pies de encima de la mesa y puso en alto los brazos en señal de rendimiento.
-Qué poco sentido del humor. ¿Qué quiere saber?

-La llamada que se ha realizado -señaló la capitana-. ¿Cuál era su motivo?

-Es una buena pregunta -le señaló el doctor-, así que supongo que le responderé con toda sinceridad…