-Apártense de los cuerpos -gritó Van Pelt mientras subían los escalones-, pongan las manos sobre sus cabezas y no hagan movimientos bruscos.
Nadie pareció hacerle mucho caso. Cuando llegaron al descansillo del piso pudieron ver mejor la escena, aquellos tipos no sólo estaban sobre los cadáveres de los policías, parecían estar comiéndoselos. Las personas que estaban devorando los cadáveres parecían ser de diversas edades y genero, incluso había un par de niños que parecían estar… ¿comiéndose? los dedos de un par de los policías. Tenían cogidas sus manos y las estaban mordiendo con saña. Uno de los adultos había agarrado la cabeza de uno de los cuerpos entre sus manos y la había comenzado a golpear contra el suelo como si fuera un coco. Van Pelt volvió a gritar que se apartaran, pero no les hicieron caso.
O’Hara alzó su arma pero Van Pelt puso su mano encima del cañón de la misma,
-¿Se puede saber qué quieres hacer? Están enfermos, no podemos dispararles por las buenas.
-¿Y qué quieres que hagamos? -preguntó irritado O’Hara.
Van Pelt enfundó su arma de mano y giró su fusil para usar la culata. Dio un golpe a uno de los adultos que estaba sobre uno de los cadáveres y esperó su reacción, la cual no se produjo. Ambos militares se miraron con extrañeza; Van Pelt estaba dubitativa.
-Avisa a la base que tenemos cadáveres y que manden refuerzos.
-Zulu cuatro a alfa uno, los policías están muertos -informó O’Hara-, repito, los policías están muertos y los vecinos parecen estar en un estado de canibalismo avanzado. Están devorando sus cadáveres y no reaccionan a los avisos. Solicitamos refuerzos.
Cuando acabó de informar cogió su fusil de asalto y lanzó un culatazo contra el cráneo de uno de los vecinos que parecía tener en la boca los intestinos de uno de los policías. El civil profirió a soltar una especie de gruñido mientras levantaba la vista y observaba a los soldados.
Van Pelt retrocedió un paso al ver la mirada que les había lanzado.
-Creo que eso no ha sido una buena idea.
El resto de los vecinos parecieron notar a los soldados y dejaron de devorar los cadáveres centrándose en los recién llegados.
-Definitivamente no ha sido una buena idea -repitió Van Pelt-, tranquilícense, estamos aquí para ayudar -dijo intentando mantener la calma en su voz-, la ayuda médica está en camino; vuelvan a sus casas y trataremos de arreglarlo todo. No pasa nada.
Los vecinos no parecían escuchar las palabras de Van Pelt y comenzaron a ponerse en píe. O’Hara volvió a echar mano de su pistola.
-¿Y ahora qué? -preguntó mientras alzaba su arma apuntando a la gente que comenzaba a andar hacia ellos.
-Retrocedamos al segundo piso -dijo Van Pelt dándole un golpe en el hombro a O’Hara para indicarle que comenzara a retroceder-. Esperemos a los refuerzos y con suerte se calmarán mientras tanto.
Ambos comenzaron a retroceder bajando las escaleras lentamente mientras los vecinos seguían avanzando hacia ellos como si no tuvieran intención de dejarles ir ahora que habían captado su atención.
O’Hara disparó al suelo que había delante de los vecinos para tratar de asustarles y que detuvieran su avance. No funcionó. El ruido del disparo pareció tener otro efecto y comenzaron a escuchar ruidos desde el primer piso. Al principio eran pequeños golpes, pero a continuación escucharon el sonido inconfundible de madera rompiéndose y más gruñidos. Al asomarse al hueco de la escalera vieron cómo los vecinos del primer piso comenzaban a subir por las escaleras.
-Ahora sí que la has hecho buena -dijo Van Pelt intentando no mostrar en su tono de voz el miedo que comenzaba a recorrerle por el cuerpo.
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