El caso es que estaba haciéndome con la vida en la prisión cuando mi abogado de turno me dio ‘buenas noticias’. Por lo visto el hombre sabía hacer su trabajo, maldita mi suerte, y podía probar que el día que se cometieron los delitos de los que me acusaban yo estaba en otro lugar. De hecho, me puso en un pequeño problema cuando me preguntó porqué no había dado esa información a la policía. Mi pobre y desganada respuesta fue que no se me ocurrió. Me prometió que en un máximo de una semana saldría de ahí.
Así que volví a mi celda, que no compartía con nadie dado que, por lo visto, habían deducido que yo estaba maldito… o algo peor, pensando en mi mala suerte. Ese mismo día noté que estaba pasando algo raro en la prisión. Lo cierto es que ya venía de tiempo atrás, pero no me había fijado por estar ocupado en otros asuntos, pero ahora que veía que no tenía tiempo, lo que estaba ocurriendo me llamó la atención.
Durante los días anteriores varios reclusos se habían ido poniendo enfermos. El alcaide pensó que los presos simplemente estaban fingiendo para obtener beneficios, o ser trasladados y ordenó a los guardias que no hicieran caso. Si no querían salir a comer o a hacer ejercicio era asunto suyo.
A lo largo de los siguientes días vi a los presos en sus celdas morir. No dejo de pensar en que, estando delante de mis narices, sigo sin saber cómo cogieron el virus, o lo que fuera, que una vez muertos los resucitó. Debo decir que cuando volvieron a la vida me sorprendió, sabía que estaban muertos, lo había llegado a comprobar, nada de un coma profundo o de que se hubiesen ralentizado sus latidos. No, estaban muertos… también lo sabía por haber hecho un pequeño experimento de campo empalando el corazón de uno de ellos para asegurarme.
Así que te puedes imaginar mi sorpresa cuando el prisionero empalado junto al resto de compañeros volvió a la vida. Cuando lo hicieron debo reconocer que me rendí a la evidencia, eran zombies. Sí, sé que mucha gente no asumiría un razonamiento tan… poco lógico, pero si lo piensas bien… que un tío vuelva a la vida después de haberle atravesado el corazón te obliga a estudiar nuevas vías de razonamiento. Así que el pensamiento que eran zombies no me resultó tan extraño.
El caso es que los carceleros siguieron ignorándolos. Un par de días después no pudieron ignorarlos cuando uno de los no-muertos se abalanzó sobre un guardia y prácticamente le arrancó el brazo mientras intentaba comérselo. Ni que decir tiene que los compañeros del pobre desgraciado no se lo tomaron muy bien y entre una docena lo redujeron… dejando su cabeza y su cerebro hecho pulpa. Pero fue sólo el principio. El resto de presos zombies comenzó a salir de sus celdas y los guardias se retiraron temiendo estar ante un motín. La galería quedo cerrada hasta que aparecieron los antidisturbios.