Jornada 6. Él. “El fin de los días Parte II” (IX) Por JD


Supongo que todo el mundo me dirá que estoy loco, que soy un psicópata… En fin, en realidad soy un incomprendido. Quiero decir, sí, me gusta abrir en canal a la gente. Y manipularla. Pero… ¿no es eso lo que hace un científico? Investigar, descubrir, pero al parecer mi afán del conocimiento no está bien visto.

¿Y cuándo empezó todo? Tal vez con la muerte de mi padre. Claro que seguro que dirían que eso fue lo que me traumatizó, otros dirán que ya era malo por naturaleza, qué sabrá nadie.

Un buen día mi padre murió. No fue una muerte agradable. Aunque yo no tuve nada que ver con ella. Unos dicen que se durmió al volante, otros que fue un ataque al corazón, los menos decían que iba tan borracho que no se podía mantener ni sentado. El caso es que un buen día el viejo se cayó entre las afiladas hojas del tractor y lo destrozó. Bueno, decir que lo destrozó es ser condescendiente, vale, no eran trozos pequeños, pero… Cortes limpios, pero que hicieron que recomponer su cuerpo fuera un interesante puzzle.

Bueno, ese día, no recuerdo cómo, acabé en el campo. A lo mejor le llevaba la comida, o simplemente iba a ver cómo se abría la tierra al paso del enorme tractor, el caso es que cuando llegué, el tractor estaba caído en una zanja por la que pasaba el agua, acequia que la llamaban, y no encontré a mi padre por ninguna parte en ese primer momento. Me puse a buscarlo y cuando le encontré…. Bueno… fue como tener una iluminación. Ahí estaba todo su cuerpo, recién cortado, el suelo regado de sangre, se le podía ver todo, venas, músculos, huesos; su torso también había sido cortado por lo que podía ver varias partes de sus órganos internos… y de repente miré mi brazo… luego miré su brazo cortado… nunca se me había pasado por la cabeza que el interior de mi cuerpo fuera tan complejo, era ver su brazo cortado, e imaginar que por mi interior también circulaba sangre, había venas, esos huesos… los músculos. Nunca había visto sacrificar a un animal, pero ver la carne que rodeaba los huesos, me recordó a la carne que cocinaban en mi casa. En fin… era una sensación difícil de explicar. Todo un nuevo mundo se abría delante de mí.

No sé cuánto tiempo pasé fascinado por el espectáculo, mirando los trozos cortados, y mirando mi cuerpo, pensando que debajo de mi piel había todo eso… era tan… complejo… Era de noche cuando me encontraron los vecinos que habían acudido a buscarnos cuando ni mi padre ni yo aparecimos. Todos creyeron que estaba en estado de shock, y por eso no había dado el aviso. Mi madre no dejó de llorar durante una semana, lo que me permitió pensar más en lo que había descubierto. Quería saber cómo funcionaba todo. Comprenderlo. Sabía lo que quería ser en el futuro. Y, obviamente no me pasaba por la cabeza que eso estaría tan mal visto por la sociedad. Quiero decir, ¿acaso matar no es parte del proceso de la investigación? Pero por lo visto si lo haces con humanos vivos está mal visto. Un incomprendido, vamos, eso es lo que soy. Un genio incomprendido.