Jornada 9. El final del principio (XVIII)


Acabada la labor de fe como la llamaba Mara, ambos se pusieron en marcha. El sacerdote parecía estar animado, seguramente llevaría mucho tiempo sólo y sin hablar con nadie. Bueno, tampoco es que ella tuviera mucha prisa. No había descubierto nada útil sobre el espía que buscaba y no parecía que fuera a hacerlo.

Durante las siguientes horas Mara observó cómo el sacerdote cumplía con lo que él consideraba su deber, y sistemáticamente disparaba su escopeta sobre cada zombie que veía por las calles, sin importarle el llamar la atención de todos cuantos pudiera haber en los alrededores. Se notaba que tenía experiencia en lo que hacía y que lo llevaba haciendo mucho tiempo. La labor era tediosa, aunque no carente de peligros a pesar de que los pocos zombies que quedaban por las calles eran los considerados más lentos, pero eso no impedía que siguieran siendo peligrosos. Si los subestimabas te encontrabas con sus dientes en tu cuello o sus manos agarrando tus piernas y tumbándote.

Además el sacerdote insistía en entrar en los edificios y locales para limpiarlos. Mara se oponía al principio a la sola idea de entrar en cualquier construcción sólo para matar zombies, pero la cabezonería de Xavier la obligó a acompañarle en su labor de limpieza. El problema era que Mara temía una relajación en sus guardias, dado que en la mayoría de los casos los objetivos eran demasiado sencillos. Los zombies de dentro de los locales eran más difíciles dado que normalmente tenían más sitios para esconderse y no estaban tan desprotegidos como los de la calle, su capacidad de desplazamiento era completa. Y seguramente el único motivo por el que seguían ahí era por no saber salir.

Durante uno de los descansos Mara no pudo evitar preguntar al sacerdote una duda que le corroía desde que le había visto en acción.

-¿Todos los sacerdotes son como usted? –preguntó Mara.

-Me temo que no –dijo sonriendo el padre Xavier-, creo que soy una excepción. Por lo que sé hay para todos los gustos. Algunos se escondieron en sus iglesias con sus feligreses y seguramente murieron ahí dentro; otros simplemente… desaparecieron dejando su puesto y a su rebaño; los hay que creen que esto es una señal divina, el principio del Apocalipsis y que debemos prepararnos para lo peor. Los hay que incluso consideran a estas criaturas como criaturas celestiales y las adoran, creen que son enviados de Dios dado que han resucitado, y sólo la mano de Dios podría llevar a cabo tamaño milagro, o los consideran ángeles…

Mara no se podía creer lo que estaba escuchando.

-¿Ángeles? ¿Enviados celestiales? Hay que estar muy loco para creer cosas así.

-La religión es… -el sacerdote hizo una pausa- confusa. Está llena de interpretaciones. Los hay que sacrifican a sus hijos para ver si eso aplaca la ira de Dios, los que matan a su rebaño para darles la salvación eterna. O los que simplemente son humanos y valoran más su vida que la de los demás. Has de tener en cuenta que el clero, o cualquier persona de cualquier religión, es humano; no tenemos todas las respuestas, y a veces las interpretaciones pueden ser… arbitrarias. Hay gente que ha aprovechado esta tragedia en beneficio propio. Incluso dentro de la Iglesia. Y, me temo, que si alguna vez la humanidad logra vencer y salir adelante… habrá gente que aprovechará la ocasión en beneficio propio.

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